Había en una ranchería un indio joven que tenía su novia. Este joven logró visitarla casi todas las noches en su chinchorro, sin que los otros se dieran cuenta. Para facilitar estas visitas sin notarlo los demás, la india colgaba su chinchorro del horcón de la esquina del rancho, de tal modo que no era necesario que el novio visitante tuviera que entrar en el rancho. El novio, para evitar que los perros lo descubriesen cuando iba al chinchorro de su novia, iba durante el día al morichal y traía mucha cantidad de gusanos. Por la noche, cuando se encaminaba a la casa de su novia, llevaba los gusanos y cuando salía algún perro ladrando, se los echaba y así lograba que no ladrasen. De este modo estuvo haciéndole esas visitas nocturnas sin que los otros se dieran cuenta.
Pero un día que llevaba pocos gusanos, le salieron varios perros al encuentro y, como no tuvo gusanos suficientes para todos, algunos ladraban tan fuertemente que los indios se despertaron y se dieron cuenta de lo que este indio joven venía haciendo casi todas las noches. Los indios lo regañaron y le dieron una paliza. Desde entonces no dejan a las jóvenes que cuelguen el chinchorro en la esquina de la ranchería para evitar que algún indio llegue hasta ellas disimuladamente.
Fuente: Enciclopedia Temática de Venezuela: Literatura Indígena, Editorial Venelibros
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