De que la revolución bolivariana es quien ha dado la mayor participación a los indígenas desde hace 500 años no hay discusión. Quien ha vivido este proceso de crecimiento lo sabe. Desde la misma Constitución, con un capítulo dedicado y basado en cuerpo y alma en el convenio 169 de la OIT (ratificado en el 2006), pasando por las diversas leyes sobre educación intercultural y la misma Ley Orgánica de Pueblos y Comunidades Indígenas (LOPCI), entre otras.
Pero ha sido tanta la participación en materia política, social y cultural, que la burocracia ha arropado los liderazgos. Ya no se habla de organizaciones indígenas. Las mismas han estado plegadas a las decisiones del partido.
Esto lo reitero debido a las diversas situaciones de conflicto que se han estado dando en el país y que no han tenido eco, lastimosamente, en nuestra dirigencia. Me refiero concretamente al hecho de que los hermanos y hermanas indígenas que otrora eran dirigentes ahora ocupan puestos en diferentes cargos de la administración pública y ahora están del lado del patrón. No salen a protestar por temor a perder sus quincenas.
Situaciones como el encarcelamiento de Sabino Romero, sólo protestada por el padre Korta, la muerte de los yanomamis por la malaria, los atropellos al ambiente en el Caura, denunciada con mucho tiempo, los despidos injustificados que se quisieron realizar en el MPPS y Barrio Adentro y que ocasionaron una movilización (como si a los indígenas les encantara estarse movilizando a Caracas con dinero que no tienen), la situación de los waraos de tuberculosis y desnutrición debido al la desviación de los caños por las petroleras, el problema de los pumes por el despojo de las tierras, son hechos que aún son deuda para el estado. Tan sólo la demarcación, que no se sabe cuándo se dará, es la deuda más grande.
Existe un ministerio que tiene esta rectoría. Hacer centros chamánicos no es parte de la solución. Entregar bolsas de comida mucho menos.
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